No esperaba encontrar a nadie en mi camino a la villa del Sonido, cuando apareció ante mí Dinami, un miembro de Akatsuki, y me expuso su ultimatum. Al escucharlo me quedé sin saber qué hacer, sin saber qué decir, así que antes de responder nada, me senté en una roca a meditar lo que iba a suponer esa decisión que supondría un gran cambio en mi futuro dependiendo de la respuesta.
<¿Qué debo hacer, pensé, y traté de ordenar mis prioridades y las consecuencias de mis respuestas. Ante mí se encontraba un rival al que no podía superar, más experimentado y poderoso que yo; si quería llegar a la villa del Sonido, tendría que acabar con e´l, lo que era algo realmente casi imposible. Por tanto, debería esperar a que llegase ayuda, y eso supondría que algún otro ninja acudiese en mi ayuda y dejase el combate que se iba a desarrollar en la villa del Sonido; pensándolo así, yo era más un estorbo que otra cosa. Además, era demasiado poco poderoso para suponer un factor a tener en cuenta, y si acudía a enfrentarme a ellos, tendría que ser protegido por el resto, lo que supondría que gastaran su chackra sin sentido...>
Al levantarme de la roca y acercarme a Dinami, cogí un kunai y, cogiéndolo fuertemente con la mano derecha, lo levanté por encima de mi cabeza y, con fuerza, me lo clavé en la otra mano; había incumplido mi promesa de ayuda, por amenazas, por el miedo a mi propia muerte...no era más que un cobarde, y debería merecer la muerte...pero valoraba demasiado mi vida, y que Dinami me matase sin que eso ayudara nada en la batalla, me parecía de mezquinos.
-Dinami, ya he elegido: me vuelvo a la arena-las palabras salieron como un leve susurro, como la arena que se levanta en el desierto y recorre pocos metros antes de volver a caer. Me di la vuelta y volví hacia la Aldea de la Arena, con el kunai aún clavado en la mano, dejando un rastro de color carmesí y haciéndome una promesa a mi mismo...